Mara no dejaba de ver la hora, le parecía lento el pasar del tiempo,
apenas siete minutos atrás el reloj le
indicaba que aún faltaban veinte minutos, ahora los trece restantes le parecían
cada vez más eternos.
Desde hace dos años esperaba este momento, de hecho,
lo esperaba desde que lo vio alejarse la última vez, desde que con un fuerte
abrazo y un caluroso beso le prometiera volver a ella.
Esperó alimentando día a día el amor que sentía por
él, alimentando la esperanza de verlo otra vez, anhelando furtivamente su
regreso, durante ese tiempo diseñó para si misma un mágico sueño que la llevaba
siempre a su lado, al momento de la noche en sus brazos, al momento de una
vida, aunque fuera fugaz, juntos.
Durante dos años escuchar su voz la hacía sentirlo
cerca, leer cada palabra que le escribía hacía que ella lo sintiera presente.
No hubo día en ese tiempo suspendido en la fantasía en que ella no pensara en
él, en sus besos y sus caricias. Para Mara no hubo nada más en esos dos años,
nada que la separara de su lado aunque no lo tuviera cerca, tampoco hubo nada
que le quitara su fe de volver a verlo.
Ahora faltaban sólo trece minutos más, trece minutos
y su sueño se materializaría, probablemente esta vez sería para siempre.
Estaba nervioso, no sabía que le diría; recordaba
perfectamente el tono de su dulce voz, recordaba lo confortante del tiempo a su
lado y la paz que reflejaba su ser. Lamentablemente había olvidado la chispa de
su mirada, aquella que lo cautivó la noche en que la conoció, sin embargo, dos
años habían sido más que suficientes para borrarle el recuerdo claro de aquella
chispa.
Había sido doloroso dejarla pero tenía que irse,
sabía de antemano que sería difícil encontrar nuevamente alguien con quien
pudiera sentirse como ella solía hacerlo sentir, alguien a quien amar como la
había amado a ella pero no podía hacer más, su viaje era inminente.
Comprendió, estando lejos, que la vida era una y que
no podía dejar de vivirla por los accidentes que se presentaran, ella había
sido un accidente, un grato accidente que le dio luz a su vida mientras estuvo
con ella pero a pesar de la felicidad que sentía a su lado no dejaba de ser
accidente y tenía que irse nuevamente a vivir su vida, la extrañó como nunca
había extrañado pero decidió olvidarla para seguir en su cotidianidad, fue así
que encontró calor en los brazos de Raquel, pero no comprensión; halló la
alegría al lado de Tania, pero no la felicidad; Elena despertó su deseo pero no
le dio la pasión requerida; en Luisa buscó la ternura de una mirada cálida y la
dulzura de un beso eterno sin encontrarlos. Conoció mil matices de la vida pero
en ninguno encontró amor como el que le dio Mara, por eso decidió volver.
La hora había llegado, caminó por el pasillo de
salida sintiendo que un cosquilleo recorría su cuerpo, a lo lejos la vio de espalda, contempló su
cabello largo y oscuro, era tal como lo recordaba, sin pensarlo dos veces corrió
a ella.
En cualquier momento estaría con él, la hora había
llegado, lo buscó entre el tumulto de gente, giro la cabeza una y otra vez
esperando toparse con su mirada, de repente sintió la energía de su presencia
sobre su espalda, volteó y se lanzó a sus brazos.
Dos años después, años de espera. Una realidad
bifurcada por los accidentes volvía a unirse después de tanto tiempo en la
complicidad de un abrazo y en la fortaleza de un amor eternamente honesto.
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