¿Has llegado tan lejos que consideras imposible retornar aunque debas hacerlo?
La Luna llena fue su cómplice y compañera de viaje. Esa noche decidió, sin mucho pensar, alejarse para siempre, llevarse lejos de si mismo la extraña sensación de cansancio, de pereza, de indolencia a su propio ser, de apatía por su existencia.
Llegó al puente, manera más certera y económica de solucionar el problema, una especie de euforia hipócrita lo acompañaba sin permitirle reprimir la idea de muerte de sus pensamientos. No pudo haber escuchado una voz, no pudo haber percibido sonido alguno pues nadie había ahí en ese momento sin embargo algo lo llamó, sin saber porque volteó hacia el cielo y la vio envuelta en una especie de bruma roja, llena, completa, era su Luna.
La euforia hipócrita se fragmentó y un diminuto hilo de consciencia lo invadió, sintió el frío de la noche, sintió miedo y poso sus manos sobre el metal helado del puente, su Luna llena seguía llamándolo con una voz invisiblemente dulce y serena. La euforia fragmentada seguía incitándolo a saltar, mientras el hilo de consciencia penetraba cada vez más profundo en su psique, escogió el viaje que le ofrecía su Luna.
Cerró los ojos y respiró profundo, SINTIÓ, sintió como se transformaba el aire frío de la noche en energía caliente al entrar en su cuerpo, sintió como la gravedad lo mantenía en la realidad palpable que alojaba su existencia, sintió como el oxigeno recorría cada milímetro de su cuerpo otorgándole vida, animando su vehículo de carne y hueso, sintió el aire en sus oídos, sintió el calor de su latido, sintió alegría y AMOR.
El hilo de consciencia, la luna, una música de atmósferas divinas creada por su cabeza, el frío, su cuerpo, la sensación de existir y así regresó a él nuevamente eso que no se explica en teorías y formulas matemáticas, eso que no es repetible como experimento científico, eso que anima la materia.
Soltó el metal del puente como si el sólo tacto le hubiera asqueado el alma, abrió los ojos y ahora éstos brillaban como estrellas en el firmamento, miro a su Luna y le agradeció sin palabras el viaje divino. Estaba VIVO.
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