Ir al contenido principal

Mañana.


La noche comenzaba a caer y ella seguía sentada en la banca de aquel parque de la misma manera que lo venía haciendo desde hace tantos años atrás.

Su regocijo habitual era pensar en la grandeza de su legado, en lo importante de su apellido y en la magnánima aportación de su familia a la sociedad de la ciudad.

Llevaba toda una vida visitando aquel lugar, diariamente llegaba en punto de las cuatro de la tarde, después de haber comido; decía que si ella ya había gozado de los beneficios que le otorgaban los alimentos debía contribuir en el apoyo alimenticio de aquellos “inferiores” a ella. Se creyó su papel, su papel de dama de alta alcurnia, de heredera de una de las mejores familias de la ciudad de México allá por los treintas, se lo creyó tanto!, al grado de dejar su vida de lado sólo para vivir de los recuerdos de situaciones que nunca vivió pues para cuando ella naciera la bienaventuranza de la familia ya había caducado.

Aquella tarde en especial se le había pasado más rápido que de costumbre. Terminó de darles migajas de pan a las palomas para cumplir con su compromiso de caridad, ahora sólo había para eso, no había más, ya no podía ayudar a los más necesitados porque curiosamente en este momento formaba parte de ellos. Se dirigió como siempre a su banca favorita, aquella que quedaba justo en medio del parque y que gracias a ello no había sombra de los árboles que le impidiera mirar el cielo.

Sacó de su vieja y sucia bolsa de mano un cigarro y un encendedor con funda de oro, el único recuerdo de su extinguida opulencia. Mientras fumaba se perdió en la inmensidad de sus pensamientos, la calma que le otorgaba mirar el cielo limpio de aquella tarde de otoño la hizo adentrarse en la oscuridad de sus recuerdos.

Se vio de niña, alegre y contenta como solía serlo y por un instante se sintió nuevamente feliz. Recordó a su madre, una mujer alta y distinguida con aire de dama elegante pero con mirada fría e indiferente, justificó la amargura que siempre había proyectado y la relacionó con sus sueños rotos.

Laura, su madre, había sido una mujer extremadamente atractiva y, al igual que ella, heredera de una leyenda. Laura dejó pasar su juventud en espera del príncipe azul de buena familia que la sacaría de la módica vida que llevaba, pero el príncipe azul nunca llegó. Sus padres habían gastado hasta el último centavo de su herencia en pos de aparentar una situación económica que no tenían, a sus 20 años no había recursos suficientes para que ella continuara sus estudios universitarios, su padre había fallecido un par de meses atrás y su madre se encontraba enferma, razón por la que tuvo que trabajar, encontró un trabajo como asistente en la oficina de un antiguo amigo de la familia.

Dejó pasar su juventud entre el trabajo que le daba para medio vivir y los cuidados que debía tener para con su madre enferma, quien murió cuando Laura había cumplido los treinta y cinco años de edad.

Sumida en una depresión y sintiéndose sola aceptó las proposiciones amorosas de un archivista que trabajaba donde ella, no lo amaba pero se sentía acompañada y querida por él, a los treinta y ocho años dio a luz a una linda niña que llenaría el hueco profundo que había en su marchitado corazón durante los pocos años de vida que le quedaban.

Recordar a su madre le estremeció el alma, salió por un momento del letargo de sus pensamientos y advirtió que ya era de noche, el parque estaba casi sólo, únicamente se veía a uno que otro indigente buscando un lugar para pasar la noche, el frío comenzaba a hacerse más fuerte y pensó en dirigirse a su casa vieja y carcomida por los años y por el poco, casi inexistente, mantenimiento que le daba; pero sus recuerdos regresaron quitándole un poco más de tiempo y boicoteando su deseo de partida.

Vislumbró la sala de su casa y a su papá leyendo el periódico, nunca pudo entender por qué él se portaba tan indiferente con ella, incluso no entendió cuando años más tarde él le pidió perdón diciéndole que había descargado en ella la frustración de no haberse podido ganar nunca el amor de su madre, quién según sus palabras, había sido su más grande amor.

A su mente vino la imagen de Laura llevándola a la cama, el momento más feliz del día era la hora de dormir porque en ese instante Laura le prestaba toda su atención, hasta se tomaba la delicadeza de contarle historias sobre su infancia y su juventud.

Fue una de esas noches cuando se enteró que el bisabuelo de Laura había llegado de Monterrey a la ciudad de México en 1923, con casi nada en la bolsa más que unos cuantos pesos para sobrevivir mientras encontraba trabajo. Al igual que muchos otros el bisabuelo de Laura había llegado con el firme objetivo de mejorar su vida, estaba cansado del pueblo donde había nacido y de trabajar en el campo, llegó joven y con ilusiones.

Entró a trabajar en un taller textil, fue el mejor de aquella época, aprendió de la A a la Z el negocio y gracias a su espíritu emprendedor en pocos años pudo poner su propio taller el cual con los años se convirtió en industria, era el creador de los más originales diseños de ropa que invadían el mercado, tenía la fortuna de ser ampliamente reconocido por la importación de telas “exóticas”, dejaron de llamarlo “indio” y se convirtió en señor, sin embargo, nunca perdió el amor por si mismo y la humildad que lo caracterizaba.

Se casó con una joven hermosa que trabajaba como costurera en su fábrica, se enamoró de sus grandes ojos negros, de su delicadeza y su sencillez, las demás empleadas no salían de su asombro, envidiaban a su compañera y esperaban que un giro del destino les diera alguna vez la misma suerte.

Como era la costumbre de aquellos tiempos tuvieron hijos, muchos hijos, nueve para ser exactos. En su afán por darles una buena vida les dio todo y más de lo que necesitaban, todos se llevaban entre uno y tres años de diferencia en edad, llegaron a la adolescencia en medio de lujos y excesos, habían estudiado en las mejores escuelas pero todos y cada uno de ellos tenían en común una personalidad déspota, ninguno de ellos se interesó por el negocio familiar pues pensaban que era poco “elegante”, nunca pensaron que de ese negocio tenían, autos, joyas, ropa, estudios, viajes, etc. Cada uno en sus sueños de grandeza se olvidó por completo de sus padres y de responsabilizarse al menos por si mismos, suponían que siempre lo tendrían todo sin imaginar que un día todo se acabaría.

Laura sufrió las consecuencias de ello. Le decía una y otra vez a su hija como había visto sólo la sombra del trabajo de su bisabuelo y el poco dinero que quedó de aquello. Sin embargo su familia había sido prominente y tal vez, algún día, ella volvería a serlo, al menos así lo pensaba y de tal forma se lo expresaba a su hija, le decía que se abriera paso en la vida, que nunca cometiera el mismo error que ella cometió al casarse con un mediocre, le decía que su apellido y su legado sería una llave que le abriría las puertas, creó para su hija un mundo de castillos, comidas ostentosas y bailes elegantes, le vendió una idea de superioridad material, le cambio una educación sólida y racional con las bases necesarias para abrirse paso en la vida ante las circunstancias por un sueño efímero y fugaz.

Hizo un buen trabajo, su hija le compró hasta la última palabra. La hizo arrogante y altanera, la hizo una joven con sueños de grandeza mal dirigidos, quien pensaba que su papá no luchaba lo suficiente por darle la vida que merecía, la hizo una chica que también, curiosamente, esperaba cada día al príncipe azul que la sacara de la pobreza.

La historia se repitió, el príncipe nunca llego, pero había prometido no cometer el mismo error que Laura y por eso nunca se casó, a pesar de haber estado enamorada en más de una ocasión.

El intenso frío la sacó nuevamente de sus recuerdos, para entonces ya era media noche; en la oscuridad del parque meditó sobre lo que había hecho con su vida, entendió claramente que el error que había cometido era el haber querido vivir el sueño de Laura, se dio cuenta que desperdició su vida, que se había perdido de disfrutar el amor, probablemente Juan, su compañero y mejor amigo de la adolescencia, le habría brindado una vida llena de amor y alegría como se lo prometiera años atrás, ahora, por primera vez, estaba arrepentida, arrepentida de no vivir su vida, de tratar de vivir lo que pudo haber vivido Laura. Una lágrima fría recorrió su mejilla y al secarla pensó que tal vez no era tarde, que no estaba completamente acabada, su mirada se perdía en el cielo estrellado con la fe de comenzar una nueva vida a la luz del sol, intentó ponerse de pie pero el frío de la noche había estropeado sus huesos, siguió sentada mirando al cielo pensando en lo que haría para recuperar los años perdidos, tal vez buscaría a Juan, tal vez estudiaría cocina, tal vez sólo tal vez el sol le daría fuerza para ir a casa y limpiarla pues una nueva vida requería cambios, “qué bien”- pensó- “comenzaré por casa”, cerro los ojos alegremente, cuando los abrió pudo ver la tenue luz del sol recién salido, sonrió y nuevamente intentó levantarse, su cuerpo no reaccionó, se sintió cansada, pensó que con dormir recobraría la fuerza necesaria para levantarse y comenzar el cambio que tenía en mente, había una luz en su vida, viviría su vida y eso le daba animo y motivaba cada uno de sus pensamientos, ahora sólo pensaba en descansar un poco, para la hora del desayuno ya estaría lista, fue así que dulcemente se dejó llevar por el cansancio de su cuerpo y la alegría de su ser renovado.

A las 9 de la mañana había una revuelta poco usual y silenciosa en el parque, unos policías acordonaban la banca que quedaba justo en medio de él, tenían la orden de no dejar acercarse a nadie hasta que no llegara la ambulancia a recoger el cuerpo de aquella vieja mujer que había muerto sentada victima de hipotermia. 


Comentarios

  1. Un gran cuento que refleja un mucho de realidad.
    Una trama muy interesante, que me mantuvo cautivado de principio a fin.
    Lamentablemente el comportamiento que describes (los que viven en un mundo de cuentos y castillos) es más común de lo que se cree.
    Un cuento que debemos leer (y
    tatuarnos en la mente) los solterones y aplicarnos.
    Me gustó much
    o el final que no es convencional, aunque me apachurró el alma.
    Yo no lo clasificaría como utópico sino muy realista.

    ResponderEliminar
  2. las realidades como esta se ven a diario en nuestros jóvenes, el hedonismo y el narcisismo, así como el egocentrismo se ha apoderado de sus mentes, Escribo para hacer conciencia, no me importa la crudeza porque muchos no entienden de sutilezas. vivir de ilusiones no es vivir en las fantasías de mundos inexistentes, es vivir perdido en una realidad alterna que solo existe en nuestras mentes, es creer algo que no somos. Como los personajes de nuestros cuentos que sueñan realidades distintas a las que realmente les corresponde vivir y las niegan dentro de sus cabezas y de sus almas, hasta que la realidad pesa tanto que los derriba... pero vivir con los pies en la tierra no implica dejar de soñar, porque solo aquel que sueña es capaz de construir realidades.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El grito de María

Nadie entendía a María, querían exiliarla. Intentaban sacarla de su hogar sin importar la crueldad  del método empleado, no había persona alguna quién viera a María como una niña. María no entendía a nadie, de hecho no entendía nada. No entendió cuándo en un abrir y cerrar de ojos todo se volvió frío y profundamente obscuro, tampoco entendió los gritos de papá ni el porqué del llanto desesperado de mamá, no entendió porque empezó a hacer maletas entre gritos, golpes y llantos sin guardar su osito, sabía que María amaba ese osito, o su ropa; no entendió porque ambos corrían desesperados de un lado a otro de la casa buscando aquello, encontrando esto sin prestarle la menor atención, no entendió cuando salieron azotando la puerta y la dejaron ahí, para entonces todo ya era frío y profundamente obscuro. Rondó por la casa vacía esperando que mamá volviera por ella, en más de una ocasión le aterró el silencio y la soledad, se asustó cuando vio aquella pareja feliz que entró por la p

No acabó conmigo.

Lo conocí fétido, lacerado, putrefacto; y estaba profundamente enamorada de él. Usaba una sonrisa radiante que le servía de anzuelo, sabía que en su condición de muerto viviente difícilmente atraería a alguien llena de vida, le sacaba el máximo provecho a esa sonrisa de ensueño. Tenía bajo la manga conjuros mágicos a los que recurría cuando las cosas se complicaban, los lanzaba disfrazados de frases de amor cariñosas y elocuentes, sabía como bajarte la luna y las estrellas. No fue la sensación pegajosa de su piel lo que me alejo de él, tampoco el hedor que percibía en cada uno de sus besos. Fue su corazón podrido incapaz de brindar amor verdadero y su falta de alma empática lo que me hizo salir corriendo. Se quedó con trozos de mi cerebro y con al menos la mitad de mi corazón pero no acabó conmigo.

La noche de anoche fue mágica...

La noche de anoche fue mágica, el frío fue inusual y mi reacción a éste también lo fue. La noche de anoche fue un "deja vu" de un ser completamente ajeno a mí, fue la representación física de sus sueños, fue el cierre de sus ciclos.... La noche de anoche por unos momentos dejé de existir.