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Paseo por el Jardín

Su tierna mirada se posó en aquella flor, asombrado comenzó a observar el detalle de su textura y la forma, imperceptible a simple vista, de sus colores. Era una flor hermosa y siempre había estado ahí, en el jardín.


-¡Axel!.- Gritó su mamá, el llamado lo sacó de sus pensamientos, lo alejó de la flor para volver nuevamente a la cotidianeidad.

Axel era un niño curioso, justo como lo es un niño de 5 años que está descubriendo el mundo y los elementos que lo conforman; acudió corriendo al llamado de su madre, quien lo esperaba en la puerta de la casa.

-¿Dónde estabas?- Le preguntó al pequeño.
-En el jardín trasero mamá- Respondió Axel.
-No te vayas lejos.- le advirtió mientras le colocaba una chaqueta para abrigarlo.

El niño subió el cierre de la chaqueta prometiendo no alejarse demasiado, le dio un beso a su mamá en la mejilla y corrió nuevamente al jardín de atrás.

Regresó presa de la belleza de la flor, pero al volver pudo ver más, ahora la belleza reinaba en el jardín. Estaba maravillado con las hojas de los arbustos que ahí habitaban, cautivaba su atención la perfección sincronizada del césped, sentía el aire del atardecer sobre sus mejillas y le sorprendió sentir por primera vez el viento frío sobre su frágil cuerpo… estaba pasmado, tanta belleza lo llenó de una energía extraña, de un deseo por ser parte del jardín. Comenzó a correr sin dirección alguna, cuidando siempre no ir más allá de donde le había indicado su mamá, lo que hizo que corriera sobre el mismo camino una y otra vez, siempre dando vueltas. Su estado de éxtasis lo invitaba a volar para así fundirse en el olor fresco del jardín.

Corrió más rápido y mientras más lo hacía sentía que la realidad comenzaba a disolverse, a cambiar su aspecto habitual; en un momento pudo ver frente a él una luz inmensa que apareció de la nada, era una luz deslumbrante; el calor emanado por ella lo llamaba cariñosamente, fue entonces que Axel comenzó a correr con más fuerza, ahora quería llegar a ella, quería deleitarse en el abrazo térmico de su regazo.

Su pecho se agitó notablemente, era tanta la energía derrochada por el niño en su carrera hacía la grandeza de la luz que su respiración se aceleró considerablemente, un gran calor recorrió su cuerpo y en un segundo pudo entrar en la luz.

Se convirtió en luz y calor, durante unos instantes fue nada preciso y todo concreto, durante unos instantes fue la luz.

Sin ningún esfuerzo y casi inmediatamente dejo de ser la luz, la había atravesado, la luz quedaba atrás  de él, la traspasó para adentrarse en el sueño futuro; ahora Axel estaba en el sueño de la princesa, jugando a su lado y fundiéndose en su pecho cálido, reían y saltaban y en un abrazo se fusionaron convirtiéndose en uno sólo, convirtiéndose en el todo.

Regresó a su cuerpo el calor experimentado cuando fue luz y sin notarlo nuevamente regresó al estado de luz, después la luz salió de su cuerpo por completo y comenzó a alejarse hasta verse como cuando Axel percibió por primera vez su presencia, poco a poco la realidad comenzó a tornarse en lo que el niño conocía.

Abrió los ojos y miró las nubes, se hallaba acostado en el césped mirando al cielo, adivinando las figuras que formaban las nubes en su andar.

Había salido del trance de existir, de ser y de observar la realidad como complemento de ella y de si mismo.

Aquella tarde Axel fue un niño, fue la luz y fue el sueño de la princesa, fue la princesa, fue una nube y después de ser tanto, volvió a ser un niño, todo aquello mientras disfrutaba su existencia.

Después de aquella vez cada tarde Axel salía al jardín trasero para ver la manifestación de la vida, para existir y ser un todo jugando tal como lo hace un niño de 5 años que descubre el mundo.



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